¡LEE!

¡LEE!


 

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«El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo AMAR, el verbo SOÑAR, …

Claro que siempre se puede intentar.

Adelante:

¡Ámame!

¡Sueña!

¡Lee!

¡Pero lee de una vez, te ordeno que leas, caramba!

¡Sube a tu cuarto y lee!»

¡Lee! ¿Quién de nosotros no ha dicho o escuchado esta orden cientos de veces? En cualquiera de los tonos, imperativo o cariñoso, jerárquico o amistoso, … Sin embargo todos coincidiremos con la reflexión anterior de Daniel Pennac, autor de un pequeño ensayo sobre la lectura que se lee Como una novela (Comme un roman), exactamente como se titula. Un libro tan de sentido común que resulta imprescindible pues ya se sabe aquello de que «el sentido común es el menos común de los sentidos». Por eso a todos los que estamos en el empeño de forjar buenos lectores,docentes, padres y madres, nos interesa leer y releer cien veces este libro. Y a los pedagogos, mil veces, como recomendaba en su día la revista Cuadernos de Pedagogía.

Un libro que desde su publicación por primera vez en 1993 se ha convertido ya en un auténtico clásico y referente entre el profesorado, no exento de polémica, como toda buena obra que pone en tela de juicio los métodos habituales. En cualquier caso, existe auténtica unanimidad en su decálogo final de los derechos del lector:

1. Derecho a no leer

2. Derecho a saltarse las páginas

3. Derecho a no terminar un libro

4. Derecho a releer

5. Derecho a leer cualquier cosa

6. Derecho al «bovarismo» (de Madame Bovary)

7. Derecho a leer en cualquier lugar

8. Derecho a hojear

9. Derecho a leer en voz alta (y a que nos lean)

10. Derecho a callarnos

 

 

 

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